En el Cuerpo de Guardia
«Atiendan acá. Vamos a dar una charla educativa sobre el Zika» Dice la enfermera y, sin importar el murmullo, el ir y venir de pacientes y familiares, comienza a leer con voz que delata la necesidad del cambio de espejuelos y el enfrentamiento, por primera vez, a las dos hojas de papel impreso que tiene en las manos, una diatriba llena de terminología médica sobre el virus del Zika.
Cuando llega al acápite de los síntomas, logra atrapar algo más la atención. Alguien entre los que esperan ser atendidos por uno de los médicos de guardia pide que repita los síntomas. Con más confianza en sí misma, la enfermera repite la sintomatología. De pronto se percata de una mujer que, parada a su derecha, muy cerca de la puerta que oculta a los médicos, asiste sin muchos ánimos a la sorpresiva charla.
«Miren –dice la enfermera, parándose muy cerca de la mujer y señalándola con un dedo–, miren acá. En ella pueden ver los síntomas claros. Vean los ojos rojos por la conjuntivitis, el rash, que algunos confunden con una alergia, pero no, es un rash propio de esta enfermedad–en este punto la mujer, digno ejemplar de conejillo de indias, asiente ante cada indicación de la uniformada–. A veces puede dar fiebre…¿Te dio fiebre, mi niña? –la mujer asiente, y dice que una sola–. Ven, puede dar fiebre…» y sigue con su perorata.
Yo no podía dejar de preguntarme si en las próximas horas escucharía leer a Serrano, con su voz engolada, una nueva nota informativa sobre este nuevo caso de zika, diagnosticado, obra y gracia de una enfermera santiaguera y un papel impreso, en medio de un cuerpo de guardia, de esta ciudad.