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De farmacias coloniales

Sobre boticas o farmacias ya he comentado en este blog, aunque desde un acercamiento más personal; basándome en las vivencias de mi abuelo quien, durante algunos años, ejerció como despachador en la farmacia del “gallego” Lorenzo. En estos días encontré, en cambio, un interesante artículo bajo la autoría del Dr. Carlos Rafael Fleitas Salazar, en el cual recoge algunos aspectos históricos de la actividad farmacéutica en el Santiago de Cuba colonial. Hoy quiero compartir con Uds una parte de la historia contada por el Dr. Fleitas.

La primera botica santiaguera fue creada en el siglo XVIII por Don Juan Saco y Quiroga, quien hizo valer su título de boticario y trajo a la ciudad el arancel para el precio de las medicinas, elaborado por el habanero Francisco de Teneza; aprovechaba así Saco y Quiroga, la ausencia en esta ciudad de Botica ni quien la pueda administrar, tal como se quejaba el Cabildo santiaguero de la época.

En 1847 llegó a la ciudad D. Juan José Henríquez, un nuevo maestro boticario proveniente de Portobelo, el cual tuvo que ser examinado por dos médicos profesionales dado que había dejado su título en Cartagena. Años más tarde, Fray Jerónimo de la Concepción, solicitó poner Botica en el Hospital de la Orden Betlemítica. En lo que restaba del siglo XVIII, presentaron su título de maestros farmacéuticos otros dos boticarios: D. Juan Carbonell y D. Rafael Baxén. Ya adentrándose el siglo XIX había en la ciudad sólo una botica registrada. Sin embargo, con las primeras décadas del siglo, esta situación fue revirtiéndose favorablemente. Para 1827 ya existían 10 boticas.

Cuenta el Dr. Carlos Rafael Fleitas Salazar en su artículo, que entre los principales problemas que aquejaban al ramo estaban la constante afluencia de charlatanes e innovadores de toda índole, que con la pretensión de expender milagrosas “novedades”, timaban a la población; además, la carencia de medicamentos (regularmente traídos de España); y el intrusismo que significaba que hasta en las tabernas y pulperías se pudiera adquirir un medicamento.

Estas dificultades lograron finalmente irse eliminando, sobre todo a partir de la instauración de la Ley de Sanidad de 1855 y las Ordenanzas de Farmacia de 1860; con las cuales se logró, hasta cierto punto, el control de los medicamentos por la clase médica. A esta regulación también contribuyeron las Ordenanzas del Término Municipal de Santiago de Cuba de 1881 en la cual se estipuló todo lo concerniente a la actividad farmacéutica en la ciudad. La creación de la Real Junta Superior Gubernativa de Farmacia, y de la Facultad de Farmacia en la Real y Literaria Universidad de La Habana contribuyeron a su vez al desarrollo y evolución de las ciencias farmacéuticas en la isla.

En 1887, el Licenciado Luis Carlos Bottino y Duzán, abrió un establecimiento que se convirtió en una de las droguerías insignias de nuestra ciudad: la Farmacia Bottino, sita en San Basilio esquina a Santo Tomás. Se caracterizó por ser un centro de novedades científicas y tecnológicas, como la instalación de la primera planta eléctrica de la ciudad, el 28 de junio de 1887; y además, por su actitud filantrópica, al facilitarle medicamentos gratis a los pobres. Otros farmacéuticos santiagueros también tuvieron una actitud similar, no sólo con los más necesitados, sino que incluso algunos se vieron enrolados en acusaciones y procesamientos penales por prestar ayuda a los mambises durante la gesta emancipadoras. El más notorio de todos fue el Licenciado Tomás Padró Sánchez Griñan, quien llegó a ostentar los grados de General de Brigada del Ejército Libertador durante la Guerra del 95.

Ya desde esas épocas las boticas santiagueras hacían honor al refrán popular “de todo como en Botica”, dada la variedad de artículos que en ellas se expendían. Sobre este aspecto hicimos mención cuando recordamos la Farmacia Lorenzo, ubicada en la Avenida Victoriano Garzón número 56. En su artículo el Dr. Fleitas Salazar también recoge una muestra de tales mercaderías que incluían: fajas para viajeros, tetos de varias clases, cojines de viento, aguas minerales españolas y de otras naciones, perfumes y un largo etcétera

Sin embargo no era sencillo abrir una nueva botica durante la colonia. El doctor Fleitas narra el enrevesado proceso que debía seguir quien se interesaba en abrir un establecimiento de este tipo:

“Para instalar una farmacia el interesado debía abrir un expediente en el Ayuntamiento, el cual constaba de la solicitud con los datos del farmacéutico, el título universitario, un plano de la farmacia, el aval del párroco, y un petitorio o lista de todo el instrumental y sustancias de que se contaría. Cuando el solicitante cumplía los requisitos exigidos de inmediato el alcalde pasaba el expediente al Subdelegado de farmacia, quien procedía a la visita del local en compañía dos o tres testigos que debían ser profesores de medicina y cirugía, el subdelegado de veterinaria y el secretario del ayuntamiento; en ocasiones el propio alcalde participaba de la visita. El solicitante pagaba un arancel al subdelegado de farmacia por concepto de la visita de inspección, que solía ser de 12 pesos con 50 centavos. Posteriormente si el establecimiento reunía las condiciones necesarias de capacidad, aseo y ventilación, se notificaba la aprobación por parte del Secretario del ayuntamiento y se devolvía el título al farmacéutico.”

La gran mayoría de las farmacias de Santiago cumplían con una estructura similar, que se adaptaba a edificaciones de una planta, en las cuales se constaba de un salón de ventas, un laboratorio y un almacén o depósito; aunque existieron excepciones como la del doctor D. Antonio Macías, cuyo establecimiento se ubicaba en la calle Sagarra baja número 1, en una edificación de dos plantas, en la segunda de las cuales se encontraba el almacén, el laboratorio, una biblioteca y el dormitorio del dueño. Con el tiempo ya no fue tan extraño ver farmacias con dos plantas donde, generalmente, el segundo piso se destinaba a la vivienda del dueño. Ese fue también el caso de la mencionada Farmacia Lorenzo, donde durante algunos años laborara mi abuelo.

Era costumbre también en nuestras farmacias decimonónicas, el expendio de remedios preparados a partir de productos naturales como el Pectoral de Anacahuita para enfermedades de garganta, pecho y pulmones; el aceite ferruginoso de hígado de bacalao para las enfermedades que provienen del empobrecimiento de la sangre; o la Zarzaparrilla de Bristol para enfermedades que tienen su origen en la sangre corrompida y humores viciados. Asimismo, nunca faltaron en Santiago de Cuba los suministros de sanguijuelas dragonas, tal como anunciaban la Droguería de Trenard y la Droguería del Comercio, ambas en la calle Marina.

El 24 de octubre de 1899, ya bajo dominio de los Estados Unidos, se efectuó en esta ciudad la primera reunión para constituir el Colegio de Farmacéuticos del Departamento de Santiago de Cuba. En total fueron once los fundadores del mismo: Francisco Durruty Lee, Luis Mestre Díaz, Silvestre del Castillo Bravo, Teobaldo Trenard Enfouse, Tomás Padró Griñán, Osvaldo Morales Fulleda, José Camacho Padró, Ángel Norma de las Cuevas, Manuel Planas Tur, Porfirio Carcasés Acosta y Juan Ravelo Asensio. Entre las labores de este Colegio se incluyó la posibilidad de revalidar títulos extranjeros, así como el examinar y dar títulos de practicantes de farmacia.

La antigua Farmacia Herrera

Pronto la existencia de farmacias en Santiago ya no representó un problema, todo lo contrario. Cuando hablé acerca del surgimiento, desarrollo y vida de la Farmacia Lorenzo, comenté una curiosidad que hoy traigo una vez más a estas líneas: si bien en el siglo XIX en toda la ciudad de Santiago se contaba con apenas 10 farmacias, para la época en que el gallego Lorenzo administraba su botica, se contabilizaba esa misma cantidad en apenas 2 km de recorrido, entre Plaza de Marte y Ferreiro. Si se enumeraban las que prestaban servicios en las cercanías de esa avenida santiaguera, el número crecería considerablemente. No calculemos entonces las que se ubicaban en toda la ciudad.

Hoy en día, las farmacias ubicadas en la ciudad de Santiago sobrepasan las 40.

Fuentes:

La actividad farmacéutica en el Santiago de Cuba colonial. Dr. Carlos Rafael Fleitas Salazar. En http://www.uvs.sld.cu/humanidades/plonearticlemultipage.2006-08-15.7480657408/la-actividad-farmaceutica-en-santiago-de-cuba-colonial

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