Santiago en mí

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Mirar la feria desde la distancia

Por primera vez en mucho tiempo no participaré de la edición santiaguera de la Feria del Libro. Otras tierras reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos; estaré en la Feria del Libro de Sancti Spiritus, invitado por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de esta provincia.

Casi medio millar de kilómetros separan una Feria de la otra. Y una idiosincrasia.

La Feria santiaguera la conozco. Sus virtudes y defectos. Desde afuera y desde dentro. La extrañaré. La espirituana se abre como un abanico de posibilidades, como un misterio, al que camino expectante.

Poco entonces tendré que decir de cuanto ocurra en el Complejo Cultural Heredia, del 20 al 24 de abril. Otros serán los encargados de valorar la calidad de esta Feria, ya con el handicap de su versión habanera, que tanto dio de qué hablar en los medios digitales y de comunicación cubanos.

Solo destacar las actividades que se planean dedicar a José Soler Puig en su Centenario, como preámbulo del coloquio que a finales de año celebrará la vida y obra del autor El pan dormido; y la presentación de reediciones extraordinarias como el propio El pan dormido, El derrumbe, y La isla de Cuba, esta última de Hypolitte Pyron.

Poco más que decir. Habrá que esperar al cierre de este recorrido del libro por toda Cuba, para sacar las conclusiones pertinentes. Mientras tanto, un consejo: obvie las colas, las insatisfacciones por el libro que no encuentra; piense que siempre habrá, en algún estante, al alcance de la mano, otro libro, un libro que tal vez sea el que, en realidad, marque para siempre su vida.

Como si fuera un estadio

El concierto ofrecido en el Complejo Cultural Heredia este jueves por Gerardo Alfonso, pudo haber sido el mejor concierto del 54 Festival de la Trova. Debió haber sido el mejor. Mereció serlo. Sin dudas, de parte de Gerardo y su grupo, lo fue.

Entrega total de los músicos, disfrute sobre el escenario durante las dos horas de concierto, en cada una de la veintena de canciones. Un recorrido por la discografía de Gerardo Alfonso, la de siempre, la por venir. Nuevas sonoridades, nuevos arreglos para temas imprescindibles. El trovador sigue en pie.

Lo repito, sin dudas un gran concierto; pero solo disfrutado por poco más de veinte personas. Lamentable pero cierto, Santiago falló un vez más.

Buscar culpables es inútil. Muchos fueron los cabos que no se ataron. Desde una programación que lo hizo coincidir (de manera increíble) con el concierto homenaje a René Urquijo, en la Sala Dolores, hasta una ineficiente promoción y gestión de venta de las entradas por parte del Heredia y los organizadores.

No es primera vez que siento sobre mí la vergüenza ajena de una ciudad que no se comporta a la altura de un acontecimiento determinado. Por suerte, no más comenzar la música se es capaz de poner rubores a un lado y disfrutar de uno de los grandes de la trova (música) cubana de todos los tiempos.

¿Alguna especie de exorcismo? No hay misterio en ello. La respuesta es simple y llegó como un baño de humildad de labios del propio Gerardo: me preparo para cantarle a uno como si fuera un estadio.

Solo eso. Esa noche Gerardo Alfonso cantó para mí. Y para cada uno de esos pocos santiagueros que fuimos todo un estadio.

Fue el mejor concierto del 54 Festival de la Trova Pepe Sánchez. Y muchos se lo perdieron.

Post Feria

Nunca pensé decirlo con tantas ganas: ¡al fin se terminó la Feria del Libro! Habla, por supuesto, al agotamiento físico de casi una semana de trabajo, en uno de los stands de las editoriales presentes en la edición santiaguera; en este caso, Ediciones Caserón, del Comité Provincial de la UNEAC, en Santiago de Cuba.

Mañanas y tardes, rodeado de calor, de cientos de personas, de música y algarabía por todos lados. A nuestra derecha, el Tesoro de Papel, área destinada a los niños, con sus canciones, presentaciones, gritos y aplausos. Atrás, el Fondo de Bienes Culturales y alguien que debe haber perdido los pulmones, de tanto soplar un pitico, que luego se repetía en el aliento de los más pequeños. Por todos lados gente, mucha gente, en busca del título esperado o, simplemente, “mirando”.

Realmente agotador.

Pero la experiencia no deja de ser positiva. Por primera vez me vi involucrado en la Feria desde el “otro lado”, el de los organizadores. Como todo, eso trajo sus beneficios y sus dificultades.

El mayor beneficio, sin dudas, el poseer una credencial que me permitió acceder a La Gran Librería (alguna vez definí este nombre como un eufemismo; mantengo la opinión) sin los desesperos de una cola, y cuantas veces quise. Así pude llevar el pulso de las novedades en los anaqueles; ora porque los descubría yo, ora porque alguien se me mostraba con un título entre las manos, que un día antes no estaba en exhibición. Debo decirlo, en esta ocasión compré los libros que quería comprar, y algo más.

No obstante, no escapé a esos “fantasmas del pasado”, disfrazados ahora en las insatisfacciones de otros, que ayer, fueron también las mías.

Reto a la Soledad, de los más buscados pero…Desde el primer día, apenas comenzada la venta, alguien inquiría por Reto a la soledad, ese best seller autobiográfico del Héroe de la República, coronel Orlando Cardoso Villavicencio. Había, misteriosamente, desaparecido de los estantes para, según le entendí al hombre, una supuesta presentación del mismo, aun cuando días antes se había afirmado que el autor no podría acompañarnos en la Feria.

La tercera reedición de Reto a la Soledad estuvo entre los más buscados, pero…No supe qué responder a este señor de rostro serio. Ni a muchos otros que días después se acercaron tras la huella del mismo título. De cierta forma me sentí culpable de haber podido comprar, a unas pocas horas de la apertura oficial de La Gran Librería, uno de los ejemplares que permanecían en los anaqueles. ¿Qué sucedió?, ¿a dónde fueron a parar los otros ejemplares?, ¿cuántos eran?, ¿cuántas otras personas habrán podido comprarlo en la sede del Teatro Heredia? No tengo ninguna de estas respuestas.

Junto a la historia del suplicio en cárceles somalíes del joven Villavicencio, resultaron los diccionarios (sobre todo el Básico Escolar) y los libros de cocina, los más solicitados por el público. Hablo, claro, sin más estadísticas que las decenas de personas que, día tras día, se acercaban a nuestro bien ubicado stand para preguntarnos si lo vendíamos. El gesto se volvió automático, la indicación un slogan: «Vaya a La Gran Librería, o suba a donde está la Editorial Oriente, que allí puede encontrarlos». Al menos durante los primeros días.

Precisamente ese contacto con el público fue la mejor experiencia. Ya fueran lectores formados, potenciales lectores en busca del libro que los cautivara, o, simplemente, esos que andan por la Feria con ojos de pescado y un signo de escepticismo dibujado en el rostro; el poder sugerir un título, brindar una solución o sostener una breve charla sobre cualquier tema, satisfizo con creces esa vena extrovertida que mi madre puso a latir muy dentro mí.

Nada como ver agotarse un título tras otro, movido por la sugerencia oportuna; incluso, podría decir, por el riego y hasta la irreverencia; como a esa pareja a la cual le propuse un libro de cuentos eróticos «para cuando el niño esté concentrado leyendo los libros que le compraron, ustedes puedan leer esto juntos». El hombre, ni corto ni perezoso y con una sonrisa cómplice en los labios, llevó la mano al bolsillo y adquirió el último ejemplar. Con las gracias y la más franca de mi sonrisa, entonces le recomendé «comprarle más libros al niño para garantizar que no “terminara de leer” tan rápido».

Así, más o menos, con aciertos y desaciertos, transcurrió la edición santiaguera de la Feria del Libro. Mucho, mucho más podría contarse de la misma. Pero fue mi primera ocasión desde “el otro lado” y eso me dejó extenuado. Acéptenme entonces este breve vistazo.

A horas de la Feria

Otra Feria del Libro en la historia de Santiago de Cuba. La de este año especial por muchos motivos, desde los «oficiales» que la imbrican en los eventos del 500 aniversario, hasta los más objetivos que tienen que ver con la nueva fecha.

En mi caso también especial porque por primera vez me tocará vivirla desde dentro, desde su proceso organizativo, como parte del stand de Ediciones Caserón, de la UNEAC santiaguera. En este período he podido apreciar cuánto de culpas puede tocarle o no a los organizadores por la insatisfacción del público. Al menos, este año, se prometen más títulos, y sé que ya están en la sede del Teatro Heredia por lo que, espero, no se verán estantes vacíos el día inicial, como las imágenes mostraron en Cienfuegos.

Muchos todavía se preguntan qué libros comprarán, cómo estarán los precios, si llegarán títulos de su autor favoritos. Los amigos y conocidos me asaltan a preguntas y peticiones dada mi posición de «infiltrado» en los predios del evento. En verdad poco puedo hacer.

Desde el inicio ya arranca con polémica: ¿por qué no se venderá Herejes, la más reciente y publicitada novela de Leonardo Padura? Esa respuesta tampoco la tengo. Como no la han tenido muchos a lo largo del  país. Cosas que todavía andan en busca de una lógica.

De una fomra u otra la Feria dara inicio este 22 de abril, a las 9 am. Y serán otra vez los niños, las colas, los libros, las satisfacciones e insatisfacciones. La fiesta.

El Diccionario Básico Escolar será otra vez, sin dudas, uno de los títulos más buscados

Feria del Libro en Santiago de Cuba, ¿llover sobre mojado?

Pensé que no escribiría sobre la Feria del Libro en Santiago de Cuba. La razón era sencilla, el tiempo no parecía alcanzarme para ¿disfrutar?, de la llamada Fiesta de los Libros. Aun cuando me interesé en participar en otras actividades colaterales de la Feria, esto no incluía la visita a los stand, ni la búsqueda (des)esperada de algún título que en estos momentos no podía darme el lujo (sí, el lujo) de comprar.

Para mí, este año la Feria se resumiría al Feria’s Plus, un espacio organizado por el Centro de Promoción del Libro “José Soler Puig” en el que se vincula el audiovisual, la música y la lectura de textos. Una buena idea, en ocasiones hija bastarda de la improvisación, que podría estar llamada a convertirse en una oportunidad interesante para la promoción del libro, pero que no escapa a ese endogenismo que parece adherido a los espacios literarios: de escritores para escritores.

Hasta ayer, la versión santiaguera de la Feria del Libro, había significado perseguir la lectura de Legna Rodríguez, y asistir a un panel sobre la promoción del libro, donde teoría y práctica se corporizaban nada más salir de la sala José Soler Puig y enfrentarse a los espacios de venta.

Eso fue hasta ayer. Pero en mis andanzas por las actividades colaterales hallé un espacio de tiempo, una oportunidad para visitar los stands de ventas que, a las 4:00 pm morían de aburrimiento; incluida la Gran Librería (siempre me parece una exageración sin sentido esa denominación).

Y es precisamente ahí donde nacen estas líneas. Pensé que no escribiría sobre la Feria del Libro en Santiago de Cuba. Pero tengo que escribir, aunque a veces crea que es llover sobre mojado; aunque me lea cualquiera menos los que debieran decidir cambiar algo.

¿Cómo no caer en lo antes dicho, como si estas crónicas de la Feria se repitieran año tras año?

Stands llenos de los mismos libros que durante meses y meses, años incluso, duermen bajo capa de polvo en las librerías, ante la misma mirada impávida, aburrida, malacara de las vendedoras (ya lo sabemos, nunca libreras). Una carpa casi copia de la otra, los mismos textos, el mismo desorden, la misma desidia.

En la Gran Librería es poca la diferencia, solo que hay más textos de estreno, y faltan muchos más. En un orden que a veces no lo entiendo, se amontonan público y libros y decepciones. Una mujer pregunta por el libro de Manuel Calviño; la respuesta es que lo sacan al día siguiente y no puedo evitar preguntarme cuántos otros habrán preguntado por ese libro, o por los premios Calendario, o por un diccionario, o por…y cuántas veces podrán ir a la Feria, como si fuera en vacaciones, como si los padres no se “escaparan” de sus trabajos para conseguir los libros, como si se pudiera en verdad perseguir los libros por toda la ciudad.

A las 4:00 pm la Feria del Libro de Santiago de Cuba no parece una fiesta. Esa es tal vez su verdadera imagen, salvo bien logradas excepciones; pero ya sabemos que una golondrina no compone primavera.

Alguien, en los que organizan este evento, se ha quedado sin ideas. Desde hace años.

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