Santiago de Cuba tiene sus Aquiles. No portan armadura, pero sí guitarras, y cada uno, a su estilo, gana sus propias batallas épicas.
Uno es bajo y de abundante pelo; el otro abunda de brillo en su testa. El uno retoma un nombre de barrio francés (curiosamente cerca de donde vive el otro), y rescata la tradición mambisa hasta hacerla palpable. El otro, fundador (oficial o no) de la nueva trova, pudo haber sido de aquellos de guitarra en ristre y serenata, y dispone una mesa en el que el menú invita a la gula, no execrable, por la música.
Uno escogió el último viernes del mes. El otro el primero de los sábados. Quiso entonces la casualidad de los días, que en esta ocasión, como pocas veces, estuvieran tan cerca un viernes de un sábado; y aquellos paralelismos entre ambos guerreros del arte, se hicieran más evidentes.
Ambos se vieron precisados de posponer su arte ante los desastres de Sandy: uno porque la ciudad aún no se sacudía los ramalazos del ciclón; el otro porque en los días subsiguientes otros eran los imperativos.
Así, ambos retomaron sus peñas (campos de sus heroicidades en la eterna batalla por la cultura) con apenas horas de diferencias y, cómo si no, tuvieron todavía que vencer la impertinencia de una lluvia que a muchos aún humedece el rostro.
Pero son estos Aquiles tan persistentes como el homérico: el Café Concert regresó a los salones interiores del antiguo Ayuntamiento; y el Menú se tuvo que redistribuir entre los pasillos del Centro Cultural “Francisco Prat Puig”.
Y como primeras peñas luego de la más terrible experiencia de esta ciudad, la huella imperecedera de ese nombre estuvo presente. Primero en el “Terriblemente Sandy” de Aquiles Jorge, interpretado en medio del más absoluto silencio entre el público, un silencio de memorias; un día después, en el “Rabo de nube” de Silvio Rodríguez, esta vez en la voz de José Aquiles acompañado por la joven Giselle Lage; y en las siempre bien recibidas estampas del laureado poeta Reynaldo García Blanco.
Y como si cumplieran con un pacto, cada peña siguió por derroteros similares, al ritmo de acordes y poesía, que es lo mismo que decir a ritmo de trova.
Aquiles Jorge invitó a los jóvenes trovadores Michel y Roly, y a un dúo de aficionados de la Escuela de Instructores de Arte de la ciudad, quienes merecieron efusivas muestras de aceptación. Además, contó con un cierre de lujo por parte del Orfeón Santiago que, con su estilo inconfundible, también homenajeó a la canción trovadoresca con temas tales como “Te amaré” y “Santiaguera”.
A su vez, José Aquiles, más allá de interpretar sus siempre estimables piezas “La otra santiaguera”, “Desnuda” y “Estampa Nº 1 a Santiago”, dedicó la Peña al Aniversario 40 de la Fundación del Movimiento de la Nueva Trova (2 de diciembre de 1972) y regaló piezas claves dentro de la cancionística cubana con piezas de Nicola, Silvio y Pablo. Igualmente, invitó al trovador Alexander Milián, quien mostró parte de su repertorio.
Fuera de estas similitudes, cada Peña mantuvo sus secciones habituales. El Café Concert volvió a las inestimables crónicas de Juan Antonio Tejera, quien ofreció interesantes datos que relacionan a Santiago de Cuba con los sucesos del 27 de noviembre de 1871.
Mientras, el Menú tuvo en sus ofertas la entrevista a la historiadora María Elena Orozco, la sección La Gaveta, y las ya mencionadas estampas de Reynaldo García Blanco.
Santiago tiene sus Aquiles, y por ahí andan, con pies ligeros, brindando lo mejor del arte santiaguero. Ni siquiera Sandy puede borrar eso.
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