Santiago en mí

Porque el «remedio no sea peor que la enfermedad»

En las últimas semanas, varios medios de prensa nacionales se hicieron eco del desarrollo de la segunda etapa del proceso de dragado de la bahía de Santiago de Cuba, con el objetivo de restituir el calado de diseño en el canal interior, dársena de maniobra, canales secundarios y los cajones de atraque, según Ramón Suárez, vicepresidente técnico de la Administración Portuaria en la provincia. Más de 37 mil metros cúbicos de sedimentos se habían eliminado hasta el mes de octubre como parte del dragado, lo que permitirá que para el año 2013, fecha en que culmina la etapa en marcha, se pueda alcanzar los 11,20 metros de profundidad en la bahía, para luego llevarlos hasta los 14 metros (de los 10,97 metros con que cuenta en la actualidad) que permitan la entrada de embarcaciones con una carga superior a las 55 mil toneladas. Cuando leo la noticia, sin embargo, me queda la sensación de que este proceso se lleva a cabo atendiendo a aspectos meramente económicos (aunque mencionan los sociales), lo cual me queda corroborado con las palabras de Suárez, citadas acerca de la ventaja que reportaría en cuanto a la disminución de los pagos de fletes al darle a los buques de mayor porte una segunda posición de descarga, teniendo en cuenta las limitaciones de calado que presenta la ensenada santiaguera. Pero del impacto medioambiental se dice muy poco.

De inmediato busqué información en la red de redes sobre la temática; y sin ir más allá de los primeros vínculos brindados por el buscador Google, hallo que entre los principales impactos ambientales de los dragados se enumeran: la liberación de contaminantes según la resuspensión del sedimento; destrucción del hábitat; cambios en la composición química y circulación del agua; mayor turbiedad, lo que disminuye los niveles del oxígeno disuelto; entre otros no menos importantes.

Como quiera que no soy especialista en la materia, consulté la opinión de la Dra Liliana Gómez Luna, investigadora con amplia trayectoria en el trabajo medioambiental en la bahía de Santiago; acerca de los riesgos medioambientales que puede implicar el proceso de dragado de una bahía, en cualquier lugar del mundo. Mejor que “una entrevista concedida”, encuentro en el Blog de la Red de Ecotoxicología que dirige la Dra Gómez Luna en esta ciudad de Santiago, una interesante entrada en la cual la investigadora aborda, bajo el título, Dragados: un tema polémico, aspectos que aclaran cualquier duda sobre el tema.

Me reafirma la publicación del Blog de Ecotoxicología que el efecto más frecuente de los dragados en ecosistemas acuáticos comprende cambios en la concentración de sólidos suspendidos, turbidez, penetración de la luz y el incremento de nutrientes y sustancias tóxicas en la columna de agua, como consecuencia de la remoción de sedimentos; consecuencias estas que pueden variar en dependencia de los métodos de dragado utilizados.

Encuentro que mi preocupación acerca del enfoque económico que se le da a un proceso de inobjetable importancia, no está del todo equivocada pues como asegura la Dra Gómez Luna, en ocasiones las urgencias marcan el diseño y desarrollo de la tarea, es por eso que mientras el dragado puede marchar bien, según cronograma y con los gastos calculados, puede estarse perdiendo una especie en un ecosistema, puede alterarse para siempre uno de los servicios que este ofrece o bien puede haber una perturbación que ponga a prueba la resiliencia de este ecosistema, afectándolo por mucho tiempo. Por estas razones se recomienda que el análisis de una obra de dragado conlleve también un análisis donde se tenga en cuenta la participación de todos los involucrados (gestores, tomadores de decisiones y científicos), aun cuando se sabe a priori que pueden hacer recomendaciones económicamente menos viables aunque ambientalmente justas.

Acerca de la experiencia del proceso de dragado en la bahía de esta ciudad oriental, se resaltan algunos de los aspectos que la han caracterizado y que sirven de ejemplo de cuanto se ha dicho. Advierte la investigadora que en dragados realizados en la bahía de Santiago de Cuba se han detectado floraciones de cianobacterias, diatomeas y dinoflagelados [algas tóxicas], durante y después de la ejecución del mismo. También han sido detectados quistes de dinoflagelados en la zona de vaciadero, lo que sin dudas constituyen indicadores de alerta temprana. Como consecuencia de estos procesos se han reportado casos de intoxicaciones en bañistas que se han expuestos a las fitoxinas durante las obras de dragado de la bahía.

Dragar es perturbar, sentencia la investigadora santiaguera. Por lo que todo cuidado en la realización de esta obra es poco. Esperemos que en el caso del tan promocionado dragado de la ensenada sur-oriental, se aplique todo el conocimiento científico-técnico de los involucrados (directos o no) para garantizar que, una vez concluido el mismo, no nos encontremos ante desagradables sorpresas en lo que a materia ambiental se refiere; y venga una vez más nuestra mente, el famoso refrán: fue peor el remedio que la enfermedad.

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2 pensamientos en “Porque el «remedio no sea peor que la enfermedad»

  1. Muy buen post Noel. Gracias por la referencia que hacer a mi blog. Es un tema, efectivamente muy polémico. Espero que muchos tomadores de decisión e involucrados puedas leernos.

  2. Evidentemente, cualquier intervención humana genera un impacto ambiental. Siempre lo recomendable es hacer un estudio de impacto ambiental, en la que deben intervenir los organismos estatales especializados.
    A veces, el ahorro a corto plazo genera pérdidas mayores a mediano y largo plazo, tanto económicas como ambientales y sociales.

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