Santiago en mí

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Más de lo mismo

Bien; mucho no tuve que esperar, y me alegro. En los últimos días la prensa cubana ha insistido sobre la situación epidemiológica en Santiago de Cuba, fundamentalmente respecto a la incidencia de los focos de mosquito Aedes aegypti.

En especial, me llamó mucho la atención un artículo aparecido en el periódico provincial, Sierra Maestra, en su edición impresa del sábado 28 de junio (y que no he podido encontrar en la edición digital). Me pareció un artículo muy claro, valiente; de los pocos que a veces se cuelan en las páginas sabatinas del semanario y permiten leerlos desde el título al punto final, sin un bostezo.

Ya en su primer párrafo llamó las cosas por su nombre, EPIDEMIA. Así se refirió a la situación del dengue en Santiago de Cuba. Entre datos sobre los serotipos existentes, los consejos populares más afectados, el porciento de coincidencia entre los casos febriles y su diagnóstico como dengue, así como la advertencia sobre la posibilidad de muertes por estas causas; el artículo también informó sobre los hospitales disponibles para acoger a los enfermos y supuestos enfermos, incluidas las áreas de la antigua Escuela de Trabajadores Sociales (hoy sede Frank País de la Universidad de Oriente).

Asimismo, hace un llamado a la población a contribuir a la higienización de la ciudad, y alerta sobre algunas otras cosas también comentadas en mi anterior entrada en este blog.

Pues bien, me alegra haber leído este artículo, pero…y como saben, siempre suele haber un pero, a tres días de publicado, las cosas en la ciudad andan muy lento.

Al parecer (y digo esto pues no tengo la confirmación) de la alta dirección de la provincia se hizo un llamado a dedicar el pasado fin de semana a la higienización de la ciudad, en cada cuadra y centro laboral. Ni cortos ni perezosos, allá fueron los santiagueros y, entre otras cosas, el lunes la ciudad amaneció con decenas de microvertederos en sus calles.

Asombra el número y la velocidad con que se forman. Da qué pensar, si analizamos que todo cuanto en segundos pasa a amontonarse en una esquina, un instante antes estuvo en un patio, quien sabe desde cuándo.

En medio de este ajetreo por combatir al mosquito, y dadas las orientaciones “bajadas” de la alta dirección de la provincia, era de esperar que una vez en las calles, el tiempo de vida media de estos microvertederos fuera, cuando más, apenas unas horas. Mas, amaneció el lunes, llegó el martes, y hoy todavía hay esquinas de la ciudad que muestran su peor imagen.

¿Falta de coordinación? ¿Olvido? No sé cuáles son las causas, pero la ciudad no puede darse esos lujos de amontonar basura en cualquier esquina (frente a cualquier casa), por días y días, a expensas de que el montón siga creciendo como niño a las puertas de la adolescencia.

Si se ha llamado “a la guerra contra el mosquito”, más vale que las batallas estén bien planificadas.

Por lo pronto, ayer, de vuelta a casa, pude ver la extraordinario imagen de humo opacando la Avenida de Céspedes. Recordé que hacía ya varios meses (demasiados) no veía algo igual.

A las puertas del verano, de la Fiesta del Fuego y los carnavales, cualquier cuidado es poco, y no debe haber lugar a las improvisaciones. Sino, solo será más de lo mismo.

Pedro Águila y los pomitos

Por: Juan Antonio Tejera

El santiaguero gusta de decir que no es muy disciplinado, que le gusta contravenir algunas órdenes, lo mismo en el hogar que en la calle. Ello viene de muy atrás en la historia, con aquello colonial de “se acata pero no se cumple”. Sin embargo, al mismo tiempo es muy inteligente y sabe cuándo es realmente necesario lo necesario.

Pedro Águila es uno de color muy cercano al carbón. Se mantiene informado de todo lo que sucede y ha comprendido perfectamente que si quiere mantenerse lejos de ciertas enfermedades tiene que cumplir con las indicaciones que orientan los medios y las visitas del personal de la salud a su hogar. Pero como al mismo tiempo, es santiaguero, es medio jaranero, completamente chota, dice que si sigue en la práctica diaria, se va a volver blanco como un papel.

Y es que se está refiriendo a los “pomitos”, eso que hay que utilizar cada vez que se entra a un lugar público y en el que uno de ellos contiene un compuesto con cloro, un blanqueador por excelencia. Pero, no vaya a equivocarse, él no está protestando, está bromeando y cumple efectivamente lo que está dispuesto. Y en este sentido no es sino un ejemplo de la actitud de todos. Y entonces, como no es extraño para nosotros la cola, usted los ve, no sólo a Pedro, a todos, esperando su turno para lavarse las manos, enjugarlas y clorificarse. Y mientras tanto, son las bromas, los comentarios, en ocasiones hay quienes llevan la cuenta de las veces que han tenido que echarse cloro.

Pero todo ello, es parte de nuestra naturaleza, de nuestra forma muy especial de ser. Como lo es también el hecho de que en este sentido, en el de la salud, somos muy disciplinados, cumplimos, como debe ser, con todo lo orientado, no nos molesta que se nos llene la casa de humo porque sabemos que tiene un sentido que no agradecen los mosquitos, ni que nos revisen los tanques de agua, aunque nos llenen de números y fechas las paredes aledañas.

Y esa es la conclusión: el santiaguero gusta de cuidar todo lo que tiene que ver con su salud y con la salud de todos. Porque sabe que hay que conservar a toda costa, lo más valioso, el ser humano, nuestro mayor tesoro en esta ciudad.

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